Mucha gente cree que las guerras impulsan el avance tecnológico, citando la creación de los primeros cazas a reacción al final de la 2ª Guerra Mundial como uno de los ejemplos más llamativos de ese fenómeno. Sin embargo, la mayoría de los académicos o ingenieros que trabajan en este campo discrepan. Debido a los grandes conflictos, las nuevas tecnologías se introducen a menudo en un estado inacabado, en bruto, a veces directamente peligroso. En otras palabras, las guerras contribuyen al avance tecnológico, pero lo empujan en una dirección determinada, y no siempre la mejor ni la más racional.
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